Tras su estreno en Barcelona y los montajes realizados en Argentina y otros países de Latinoamérica, la pieza recibió el Premio de la crítica en el Festival Internacional de Chile en 1995, cuando todavía era muy incipiente la percepción social del problema que suponen las violencias dentro de la pareja. Ahora que la evolución del feminismo y la concienciación colectiva han avanzado, el dramaturgo sentía la necesidad de retomar este montaje para adaptarlo un poco a los nuevos tiempos y poner el foco en el abuso psicológico, que continúa siendo difícil de detectar en relaciones afectivas y donde hay un desequilibrio de poder.
Fue el propio Peyró quien presentó el proyecto a Rafa Cruz y Gretel Stuyck, fundadores de La Màquina e intérpretes de esta nueva producción. “Somos amigos, los tres hemos pasado por la icónica Sala Becket de Barcelona, nos ha visto en el escenario y conocía nuestro teatro porque había traído aquí dos de sus piezas, Set maneres de ser Hamlet y Periferia Othelo”, explica actor. Atraído por la cercanía que proporciona la pequeña sala alojada en calle Padre Jofré nº7 de Valencia y por la química existente entre Cruz y Stuyck, el autor y director escénico decidió jugar a diluir los límites entre lo real y la representación para generar una experiencia escénica inmersiva, que permitiera calar en el público el mensaje de Una lluvia irlandesa.
UNA PAREJA QUE HABLA MIENTRAS COMPARTE UNA CERVEZA, UN TEATRO QUE SE CONVIERTE EN UNA TABERNA
Cruz y Stuyck son pareja escénica en su vida profesional y matrimonio en la personal. Pero nunca se habían metido en la piel de dos personas unidas por una relación donde reina la violencia psicológica, un maltrato sutil y constante, como el goteo de una lluvia fina que acaba por empapar.
Ambos reciben al público que va llegando al teatro, transformado en una taberna donde un saxofonista y un pianista interpretan en vivo una composición de jazz firmada por el propio Peyró, aficionado a la música. Sillas se distribuyen sobre el escenario, ambientado por una luz tenue, sugerente. Y en este ambiente desenfadado, empieza a hablar la pareja protagonista. Es una conversación como la que los espectadores podrían oír en cualquier bar. Donde pesa más lo que no se dice que lo dicho.
Entre los 40 y 50 años, ambos intercambian recuerdos de su relación, larga, en la que no han tenido hijos. Ambos comparten una vida acomodada, disfrutan de momentos de ocio juntos, se interesan por la cultura… Pero no al mismo nivel.
La charla es tranquila y la propuesta escénica genera un ambiente relajado, donde el público puede saciar su curiosidad ‘voyeur’. “Tenemos a los espectadores al lado mientras abrimos nuestra cerveza y hablamos sobre el filósofo Lacan o de física… Todo es aparentemente civilizado, pero se van materializando una serie de agresiones que suelen ser casi invisibles. Son cosas tan sutiles como, por ejemplo, aleccionar a tu pareja todo el tiempo porque crees tener un nivel cultural superior”, explica Cruz, quien alaba el extraordinario equilibrio que el espectáculo logra entre la distensión, el dolor y la profundidad.
NUEVOS TIEMPOS PARA UN PROBLEMA ANTIGUO
El texto firmado por Peyró bebe fuentes como Harold Pinter o Samuel Becket, recreando situaciones cotidianas y sencillas. Un cuadro viviente que retrata a la sociedad que lo mira gracias a la puesta en escena, dirigida por el propio autor en colaboración con la compañía.
El montaje invita al público a traspasar el espejo, a integrarse en escenas naturales donde el espectador va descubriendo un castigo psicológico reiterado, se da cuenta de sus efectos, identifica el paradigma que se repite, saliendo en muchas ocasiones del ámbito de la pareja para extenderse al laboral y a otro tipo de vínculos afectivos.
En opinión de la compañía y sala valenciana, ahora es el momento idóneo para hacer este tipo de piezas, que ayuden a la concienciación sobre un problema que se presenta en todo tipo de edad y estrato social, en cualquier país. “La acción se sitúa en una taberna que podría ser de cualquier rincón del mundo. Intentamos recrear un ambiente íntimo, donde el público y los personajes se resguardan de la lluvia sin saber que la tormenta la llevan dentro”, comentan desde La Màquina.
Para ellos fue “un impulso visceral” aceptar la propuesta de Peyró: “nos interesa mucho trabajar con autoría viva porque comentamos la pieza con el dramaturgo, le proponemos algunas sugerencias para adaptarla a nuestro estilo, sacar el mejor partido del equipamiento y de la intimidad de nuestro teatro… Fuimos trabajando juntos el proyecto y todo evolucionó hacia una propuesta escénica que nos desnuda como actores y como espacio de representación porque queremos que la gente tome conciencia de que lo que están viendo en esa taberna no es ficción, ocurre todos los días”, señala Cruz.
Con esta nueva propuesta, que permanecerá en cartel desde el viernes 1 al domingo 10 de diciembre, la compañía y sala reafirman la línea de teatro contemporáneo y de proximidad que mantienen desde 2017, cuando pusieron en marcha La Màquina. Un espacio casi secreto, escondido entre las calles peatonales que resisten entre las grandes avenidas de Plaza de España y Guillem de Castro. Un refugio donde los protagonistas de Una lluvia irlandesa esperan a que amaine mientras que el público descubre un diluvio de emociones y realidades.